Mi cuerpo reclama tus caricias;
mis ojos… tu mirada de esmeralda
que penetra hasta lo más profundo de mí ser.
Mi boca, reclama tus labios sedientos de los míos,
tu aliento, y cada suspiro tuyo
que llevo clavado aquí en el alma.
Mis manos son frías sin tocar tus manos,
mi voz, ya no tiene sonido si no estas tu para escucharme,
y mi poesía ya no tiene verso desde tu partida.
Ahora, ya no tengo días,
ni noches, ni tardes ni amaneceres,
ni luna,
ó estrellas que brillen en el azul inmenso.
Ahora, sólo tengo tu ausencia;
la ausencia de tus manos unidas a las mías,
ó tus ojos brillando sobre mí,
la ausencia de tus labios bebiéndose los míos,
la falta de de tus pensamientos,
de tus caricias… y silencios.
Por eso, desde que estoy sin si,
no vivo.
Pero… al mirar al cielo,
y acaso alguna estrella llegara a brillar,
una lágrima rodará por mi mejilla,
el viento, será cómplice de nuestro amor,
romperá la distancia que nos separa
y llevara hasta ti…
mi pensamiento
Entonces,
recordarás mi aroma,
la suavidad de mi piel,
la textura de mis labios
y la brevedad de mi cintura
acariciada por tu manos.
Somos uno solo,
yo soy tu vicio,
Tú, la droga que me falta
para seguir viviendo,
la luz que ilumina mi camino
en la triste oscuridad.
Eres mi todo,
mi cómplice perfecto,
el hombre que da razón a mi existencia,
aquel, que con una mirada
entró en mi pensamiento,
y… con un beso,
tatuó su nombre en mi corazón…
Por siempre.
Ana María Medrano Jaramillo.
mis ojos… tu mirada de esmeralda
que penetra hasta lo más profundo de mí ser.
Mi boca, reclama tus labios sedientos de los míos,
tu aliento, y cada suspiro tuyo
que llevo clavado aquí en el alma.
Mis manos son frías sin tocar tus manos,
mi voz, ya no tiene sonido si no estas tu para escucharme,
y mi poesía ya no tiene verso desde tu partida.
Ahora, ya no tengo días,
ni noches, ni tardes ni amaneceres,
ni luna,
ó estrellas que brillen en el azul inmenso.
Ahora, sólo tengo tu ausencia;
la ausencia de tus manos unidas a las mías,
ó tus ojos brillando sobre mí,
la ausencia de tus labios bebiéndose los míos,
la falta de de tus pensamientos,
de tus caricias… y silencios.
Por eso, desde que estoy sin si,
no vivo.
Pero… al mirar al cielo,
y acaso alguna estrella llegara a brillar,
una lágrima rodará por mi mejilla,
el viento, será cómplice de nuestro amor,
romperá la distancia que nos separa
y llevara hasta ti…
mi pensamiento
Entonces,
recordarás mi aroma,
la suavidad de mi piel,
la textura de mis labios
y la brevedad de mi cintura
acariciada por tu manos.
Somos uno solo,
yo soy tu vicio,
Tú, la droga que me falta
para seguir viviendo,
la luz que ilumina mi camino
en la triste oscuridad.
Eres mi todo,
mi cómplice perfecto,
el hombre que da razón a mi existencia,
aquel, que con una mirada
entró en mi pensamiento,
y… con un beso,
tatuó su nombre en mi corazón…
Por siempre.
Ana María Medrano Jaramillo.
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